Un viaje al que no regresaré.
Tardé mucho en decidirme a contar sobre
este viaje, es que no lo había pensado como tal, pues durante años solo lo
llame aventura.
Serían
las 07 AM, todos dormían en casa, desperté a Juan, mi único hermano por ese
entonces, con la mochila ya lista. Tenía que llevarlo conmigo, tomando en
cuenta que es un gran conocedor del monte y experto a la hora de elegir los
caminos. Nos escurrimos sin que nadie se diera cuenta por el lugar
acostumbrado, la ventana del baño.
Una vez afuera
corrimos agachados como si estuviéramos huyendo del enemigo, en una trinchera
que se nos aparecía imaginaria. Cuando llegamos a la picada, enseguida nos
adentramos en el monte, él dijo –Por aquí vamos-. Me sorprendió su
decisión, no sabía qué habría por allí. A medida que avanzábamos, el
monte se cerraba sin parar. Las espinas de los algarrobos nos pinchaban, cada
vez con más fuerza pero, él decidido no paraba ni para mirar si yo aún lo
seguía.
Caminamos algo así
como dos horas y, al fin llegamos a un claro donde solo había un hormiguero
enorme. Nos sentamos al este, donde la sombra del gigante hormiguero nos
cobijaba. Me pidió agua, revolvió la mochila buscándola y no encontró nada más
que un poco de charqui y un par de galletas secas, además de una toalla
grande. – ¿Y qué vamos hacer con esto? - preguntaba mientras
sostenía la toalla sorprendido y medio enojado - ¿Y el agua?- Bueno
nunca pensé que necesitaríamos agua, si el monte está lleno de agua…
-Allá, fíjate
detrás tuyo, donde comienza el monte, vamos- me dijo apuntando con
seguridad. Lo seguí y llegamos a una planta de tuna, se acercó y mientras
hablaba. – ¡Mirá esto! tiene tres frutas, vamos a sacar dos. Siempre hay que
dejar algo para que sigan creciendo, así si alguien necesita siempre va haber
tunas para todos- con cuidado fue sacando las frutas, -Las
hojas de las tunas tienen unas espinitas finitas tenés que tener cuidado. - Él era genial, siempre sabía más que yo.
Ya habíamos
descansado, así que seguimos. -¿A dónde vamos? pregunté- después de
un rato me dijo –A darnos un baño-. Ya el sol estaba bien alto,
cuando por fin llegamos a un enorme tajamar[i] que jamás había
visto. – ¿De dónde salió esto? ¿Quién cavó este pozo tan grande Juan?- Me
miró un rato y después me contó –Los de la estancia de Madariaga, para
que los animales tengan agua si hay seca-
Me paré en el
borde y me sentía la Mujer Biónica, en alguno de esos diques donde siempre
encontraba una bomba y salvaba a la humanidad. Juan se sacó la ropa y salto tan
rápido que con el chapuzón, me mojó completa. – ¡Dale vení! Tirarte ¿o
tenés miedo? ¡Ay la miedocita!- decía mientras se reía y daba golpes en el
agua con sus dos brazos. Me quede en bombacha y me tiré también, el agua
cálida me recibió mientras flotaba boca arriba mirando el cielo. No había
nubes, estaba limpio y celeste, era un cielo que solo existe en el campo. No sé
cuánto tiempo estuvimos así flotando juntos en silencio -¡el silencio a
veces dice tantas cosas! pensé.- Nosotros éramos hijos del silencio,
en casa se hablaba poco, no había mucho para decir, porque había mucho para
hacer, en la chacra, juntar las pichanas para hacer las escobas con la que
limpiábamos la casa, las gallinas y los huevos… siempre haciendo algo no hacía
falta el decir...
Ahora debajo de ese
cielo infinito sin nubes, el estómago me decía que necesitaba más que
silencios –Tengo hambre, un yaguaí[ii] tengo
en la panza- dije mientras que las palabras retumbaban en todo mi
cuerpo. Salimos del agua, nos vestimos. Nos sentamos en el pasto a comer el
charque y las galletas. Cuando terminamos Juan me dijo - Vamos a buscar
agua -, yo lo seguí sin preguntar, él sabía…
Nos metimos en una picadita del otro lado del
tajamar, había un pozo tapado con troncos de palmas, corrió uno de los troncos
y allí estaba… toda cubierta de unos camalotes chiquitos con flores
blancas. Con el revés de la mano apartó hacia un lado los camalotitos y comenzó a sorber,
igual a como hacen los caballos, -Rica y fresquita… ¡vení toma!- Me
acerque tenía razón… ¡Que rica era!, todavía hoy pienso en esa
agua cada vez que abro un grifo en cualquier parte del mundo. Cuando saciamos
la sed, nos sentamos ahí cerquita, debajo del algarrobo más grande, él
cerró los ojos y me dijo –Escuchá Lili, es el viento, parecen las ánga[iii] paseando
entre nosotros… cuando sea grande voy a cuidar el monte- Yo lo miré
con la inocencia de la niñez y me dije –¡Mi hermano es un héroe seguro
va a ser igual al hombre nuclear!- nos quedamos un rato más
hasta que decidimos volver. Sabíamos que en casa el teyuruguái[iv] nos esperaba, pero
no importaba porque ese día, habíamos viajado juntos… un viaje irrepetible al
que ya no regresaría jamás, un viaje al monte de la niñez.
L.M.Robles
[i] Tajamar: significado
en regiones del Noroeste argentino. Aguada o pozo profundo donde se junta
agua de las lluvias y sirve como reserva para los animales o su higiene.
[ii] Yaguaí: voz guaranítica
para denominar a perro pequeño. Ruidos en el estómago similar a ladridos de
perro que denotan hambre
# Guaraní: idioma de pueblos originarios en Sud américa
#viajessostenible
ResponderEliminarQUE LINDO!!!!Felicitaciones Liliana
ResponderEliminarGracias!!! No veo tu perfil pero gracias por leerlo
EliminarHermoso..
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