lunes, 16 de mayo de 2016

Liliana M Robles Escritora

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Ña Máxima la curiosa.


       Para mí que es verdad lo que todos dicen sobre esa Kuñátaí, la abuela sabe de eso ella me dijo hace mucho cuando era chica. ¡Mirá que es linda y grandota y quien no va a querer ser su novio! Ña Máxima la miraba fijo y repetía lo mismo cada dos minutos, Para mí que es verdad lo que todos dicen sobre esa Kuñátaí…
      Sobre Muñeca se cuentan muchas cosas, cosas de las que no se quieren hablar pero se murmuran en silencio, pero ahora Ña Máxima no aguanta más, se pregunta en voz alta como esperando que alguien del mas allá le diera alguna respuesta.
Muñeca, es una morocha grandota de piernas gruesas medio aindiada tiene ojos negros que terminan en unas pestañas que dan la impresión de ser unas pantallas que se acurrucan cada vez que las cierra y su cabello negro y pesado le llega casi hasta la cintura. Así es Muñeca, y con veinte años nunca se le conoció un novio… ¡ni uno que le novilleé nunca che raá, imposible! ¿Y por qué vá ser? Porque es verdá no má… decía Ña Máxima sin dejar de mirarla mientras que la Kuñátaí barría su patio. Hacía bastante que trabaja en su casa; llega siempre bien temprano, antes que el sol salga, se vá directo al galpón de la cocina, con rapidez y pocos movimientos reaviva el fuego del tizón que siempre queda prendido debajo del trebe, enseguida coloca una pava enorme y negra por el hollín amontonado con bastante agua para el cocido del desayuno, después barre, lava o lo que ese día le toque.
¡N dé! ¿Vó que pensá kuñá karaí? seguro es cierto, maémí, dónde viste que no se tenga ganas a los veinte, ¡iporã chéve y a ella no picó! A estas alturas Ña Máxima no podía dejar de hablar, era más fuerte que ella y quería saber… saber, como todos...
      Los sábados, todo seguía igual, muñeca llegaba antes de que amanezca, y su rutina se repetía con una única diferencia, ese día cobraba los pesitos que le pagaba Ña Máxima por su trabajo, entonces… entonces… entonces va a comprar en lo de karpiel … Compra siempre lo mismo… hojas de tabaco, las mas perfumadas y dulces, caña paraguaya la mas añeja y fuerte y algunos dulces de maní. Siempre lo mismo que guarda en su bolso viejo y gastado y después se va para su ranchada que queda más allá de la picada cortita detrás del monte en el que se abre un claro rodeado de baporús que emanan un profundo olor mentolado, donde un rancho principal, se estira de este a oeste y las piezas le suceden unas a lado de otras conectadas por la galería no muy ancha, la cocina y mas allá el tata cuá redondito y blanqueado con cal.
Dicen, que los sábados después de comprar en lo de karpiel, al atardecer arma unos cigarros pó guazú encerrada en su pieza mientras tararea bajito melodías que solo ella conoce. Cuentan también que en el tata cuá la espera alguien pasada la media noche, alguien que se anuncia con un silbido profundo como la oscuridad misma y que ella regresa cuando la luna se escapa. Pero nadie se anima a preguntar, tal vez simplemente no animen saber y es solamente Ña Máxima la que, sigue pensando en Muñeca, hablando y murmurando con la mirada fija en la noche y la noche… la noche suele ser peligrosa porque esconde muchos secretos, como ésta en la que no se escucha nada más que el silencio, pero Ña Máxima se animó a romperlo y casi sin darse cuenta dijo ¡Pea haé añeteté pombero kuñá pe Kuñátaí! ¡Ay che Dió, mi Dio santísimo, Dio padre! Todos tienen miedo de saber… menos Ña Máxima que no puede dejar de pensar quien espera a Muñeca en el tata cuá, quien silba llamándola a media noche y de quien es el enorme sombrero que ella esconde debajo de su cama.
     Seguía Ña máxima persignadose, con un no sé qué en el pecho y diciendo… ¡Ay che Dió, mi Dio santísimo, Dio padre! Virgencita de Caacupé protégenos, Virgencita de Itatí ayúdanos, Virgencita del Carmen… y fue en ese mismo instante en que un silbido escalofriante interrumpió sus rezos… ¿Mava péa? ¿Mava oí pépe? dijo temblorosa entre sollozos entre cortados y no tuvo tiempo de levantarse del sillón… una sombra oscura de algo que no supo que era apareció sin dejarse ver por un sombrero enorme… y solamente llegó oler el inconfundible aroma de tabaco dulce y después… después solamente escucho un silbido profundo que le paralizo hasta el último pelo y ahí no más le detuvo el corazón dejándola como dormida…
Nadie sabe que le pasó a Ña Máxima. La encontró Muñeca la mañana del lunes en su sillón bien muerta, con una mueca de terror que no pudieron sacarle ni para enterrarla. En su mano tenia apretando la cola de un cigarro pó guazú. Solamente yo sé… sé que Ña Máxima era una curiosa, una curiosa que quiso saber sobre Muñeca, de quien la hace suspirar en las tardes cuando arma esos cigarros enormes, saber sobre el que nadie puede ver y que aparece los sábados al oscurecer después de un silbido penetrante, sobre el que roba a Muñeca juramentos de amor y gemidos profundos detrás de la cocina y de lo que solo quedan al llegar el día, restos de cigarros armados, un intenso olor a caña, los ecos de una Muñeca enamorada y un amante misterioso que se anuncia con un silbido y se retira con un sapukái.
                                                                                           Liliana Robles

Kuñátaí: chica, mujer joven.
Iporã chéve: me gusta demasiado.
Kuñá karaí: mujer madura.
Pea haé añeteté pombero kuñá pe Kuñátaí: es cierto es la mujer del pombero.
Mava péa: quien es
Mava oí pépe: quien está ahí
N dé: vos
Pó guazú: cigarro grande