Hoy, por una circunstancia feliz a razón de una pregunta, ¿Cuál fue tu
primer escrito, poesía o cuento? recordé a este intento que quisiera compartir
con Ud.
El Demonio del olvido.
Como cada día ya al atardecer se sentaba
en ese banco frío y apenas hecho en el fondo de la casa donde alguna vez las
guayabas y las paltas inundaron el aire con su aroma tan especial. Miraba a su
alrededor… algunas azucenas y campanillas regaban su poca vision o lo que de ella quedaba.
Las manos arrugadas juntas sobre la falda, del mismo batón viejo remendado por
todos lados. Los pies descalzos, deformados por los juanetes apenas apoyados en
el piso y la mirada perdida en la imagen de su virgencita, carcomida por la
lluvia y el sol, recostada a medio caer en la gruta que ya no sostenía
nada más que restos de flores de papeles despintados.
Sacó mecánicamente su rosario tan viejo
como su fé y comenzó a repetir casi ausente sus plegarias eternas… daba gracias
por todo, por la vida, los hijos, el amor, por él… ¡Cómo no hacerlo! si en cada
rincón de su alma se guardaba un recuerdo… una sonrisa… una lagrima y siempre
con él…. Incontables segundos vivídos, sumados en días, en años, en vidas y en
muertes pero siempre con su presencia imponente, fuerte e inolvidable.
Pero ahora... en este instante... su cabecita
comenzaba a no recordar, a perpetuar aquello que no quería olvidar, aquello que ni siquiera
podía saber exactamente que era… ¡ya todo era igual!, las horas, los días, los
meses y lo que siguiera después… él no estaba… sólo quedaba aquel lugar… ese
banco frío y olvidado, las plantas casi secas, las guayabas en el suelo
podridas... y la virgencita de siempre…
Cerró los ojos… secos y sin lágrimas, ya
no quedaban… por un momento… creyó sentir su mano en el hombro acompañándola
con un suspiro, por un instante recordó su figura, su rostro… y apretó los
parpados viejos como su vida con más fuerza y pretendió resucitar su nombre, ese que repitió
por años de tanto tenerlo… pero no pudo hacerlo… ya no podía… lo había
olvidado….
Entonces… sintió su perfume... olor a pasto
y avena… era él… sí él…aquel… el de siempre, él ese que la amó hasta la muerte…
Abrió los ojos… ahora todo estaba más claro... y siguió rezando con más
fervor…porque ya recordaba… sí era él… su amor, su Dios, su alma.
Liliana Robles